Un amor en cada puerto
Bueno, tanto así como un amor en cada puerto no tengo. Es más, ni siquiera en cada aeropuerto. De hecho, ni siquiera tengo un amor, pero si tengo una historia cortita para contar en cada ciudad, es algo, no?
Empecemos, entonces, con la ancianita en Barcelona que grita desde atrás 'Adela, Adela, pues que te iba a llamar, que suerte que te encuentro'. A las corridas la viejecita, gritándole a la joven que venía caminando por delante nuestro que se da vuelta muy gustosa. Casi, casi, para Almodóvar.
Después vino Praga, con el policía que casi me lleva presa por no haber sellado el ticket de subte (metro) y no tener 700 Coronas Checas (cK). Además de todo, era único que hablaba inglés y sólo quería llevarme a la comisería.
En Amsterdam fue el barco, con la habitación de 2x3 mts para 4 personas (entre ellos un muchacho de importantes tamaños), todo acompañado por la dueña del barco: una alemana-holandesa loca por las reglas, las alarmas y las prohibiciones (prohibiciones en Amsterdam, por Dios, dónde se vio?).
Y por último Paris, con la mujer taxista que hablaba un poco de español, que se insultó con los conductores que tuvieron que esperar a que nos ayuden a bajar las valijas y que después de gritarles el tan clásico 'va te faire futre' seguido (medio segundo después) por un "buenas noches" y una sonrisa dedicada a mi amiga y a mí.
Y ahora, la facultad...
1 comentario:
y ahora la fuckin' rutina, pero quién te quita lo bailado!.
¿Por qué no le trajiste ese muchacho de importantes amigos a nuestra amiga?
se la extrañó mucho, mi estimada.
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